Alguna vez te has preguntado ¿por qué Dios no me quiere? Esta interrogante puede surgir cuando nos sucede algo que nos está superando en fuerza y en fe.

¿Realmente Dios no me quiere o es solo mi percepción?

Las muchas malas circunstancias pueden llevarnos a creer que Dios no nos quiere quizás porque nos comparamos con la vida de los demás o creemos que ser amado es tener todo a nuestro favor, como por ejemplo: salud, familia, trabajo, amigos, prosperidad, etc. Sin embargo, estos estándares no se comparan con el amor real que Dios tiene hacia nosotros.

La prueba del amor de Dios por ti y por cada una de las personas en esta tierra está respaldado por el sacrificio de Jesús en la cruz. Esa es nuestra garantía y no tenemos que hacer nada para que Él nos quiera más o nos quiera menos. Simplemente debemos creer que somos amados porque esa es la realidad.

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Juan 3:16(RVR)

Si nos enfocamos en nuestros propios estándares de amor, sin duda creeremos que no somos amados, pero si nos enfocamos en lo que Dios dice y demuestra confiaremos en su amor real.

Dios está a favor tuyo, no en tu contra

Dios no nos ve como enemigos, sino que nos ve con amor, misericordia y compasión, porque sabe que sin Él estamos perdidos.

¿Qué podemos decir acerca de cosas tan maravillosas como estas? Si Dios está a favor de nosotros, ¿quién podrá ponerse en nuestra contra? Si Dios no se guardó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿no nos dará también todo lo demás?
Romanos 8:31-32 (NTV)

Todo lo que está aconteciendo a tu alrededor puede que te haga creer que Dios no te quiere, que no eres importante para Él, sin embargo su Palabra y la obra de Jesús son las pruebas irrefutables de que Dios sí te ama.

Si hoy dices:  “Dios no me quiere”, pero quieres conocer de su amor, te animo a que hables con Él con sinceridad y pídele que te ayude a experimentar de su incomparable amor.

Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.
Jeremías 31:3 (RVR 1960)