Todos tenemos deseos que quisiéramos cumplir, sueños y metas que queremos alcanzar, y estos anhelos son parte de lo que tenemos en el corazón. ¿Qué deseos tienes?

¿Qué deseos hay en tu corazón?

Lo que hay en nuestro corazón y mente, lo que nos gusta, nuestras prioridades, lo que realizamos con amor y entrega, será lo que genere los deseos que queremos alcanzar.

En Colosenses, el Apóstol Pablo transmitía por medio de una carta los anhelos que había en su corazón:

Porque quiero que sepáis cuán gran lucha sostengo por vosotros, y por los que están en Laodicea, y por todos los que nunca han visto mi rostro; para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
Colosenses 2:1-3 (RVR 1960)

Él tenía deseos conforme a su llamado, Dios ocupó el primer lugar en su vida, por ello estaba tan comprometido con el evangelio y su expansión a todos los lugares del mundo. Su relación personal con Dios hizo que brotaran en él deseos dignos de honra y gloria para el Señor.

Aliméntate de Dios para tener buenos deseos

Así como nos alimentamos físicamente, con buenos y sanos ingredientes que aportan a nuestro cuerpo, debemos alimentar nuestro ser con el alimento que Dios pone a nuestra disposición, y así se generará en nosotros buenos deseos.

Si consumimos cosas malas que corrompan nuestra mente y corazón, nuestros deseos se alejarán de lo bueno:

¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce.
Santiago 3:11-18 (RVR 1960)

Esforcémonos en nuestra comunión con Dios para tener anhelos que estén dentro de su voluntad y esos, serán buenos para nosotros.

Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.
Salmos 37:4 (NTV)