Podemos hacer muchas cosas para sentirnos seguros, mejorar los sistemas de seguridad en nuestra casa, poner ventanas anti-impacto para protegernos del clima y sentirnos resguardados en nuestro hogar, pero no hay como refugiarnos en Dios. Allí sí que tenemos garantizada nuestra vida.

Dios es nuestra protección

Cuando tenemos una relación estrecha, verdadera y constante con nuestro Dios, nos sentimos cubiertos totalmente, protegidos contra todo tipo de males porque no solo  existen los peligros físicos, también debemos temer los peligros espirituales.

Pero al temerlos, no nos dejemos paralizar. Tomemos acción. Pidamos a Dios cada día que sea nuestra protección y que hallemos en Él nuestro mejor refugio. Disfrutemos de nuestro tiempo dedicado a conversar con Dios para sentirlo realmente cobijándonos en Sus brazos.

“Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad. Por lo tanto, no temeremos cuando vengan terremotos y las montañas se derrumben en el mar.” Salmos 46:1-2 

En tiempos de dificultad no hay mejor refugio

Más aún en tiempos de dificultad tenemos que acudir a Él. Nuestro Dios siempre está dispuesto, esperando y vigilando. Solo tenemos que conectarnos a diario con Él para pedirle protección constante. En oración, nunca olvidemos darle gracias y pedirle que nos acompañe y nos guíe.

“Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. Tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.” Salmos 71:3 

El mejor refugio

Cuando creemos en Dios y cuidamos nuestra relación diaria con Él, nos sentimos seguros. Tenemos la confianza de que nos protege, nos guarda, nos dirige y nos ama infinitamente. Dispongamos de tiempo de calidad para nuestro Dios y hagámoslo siempre nuestro mejor refugio.

“Los que temen al Señor están seguros; él será un refugio para sus hijos.” Proverbios 14:26 

El temor del Señor no es tenerle miedo. Es ese respeto sin igual, esa reverencia que sentimos cuando reconocemos Su grandeza y Su gracia para con nosotros. No encontraremos mejor lugar donde refugiarnos que en los brazos abiertos de nuestro Salvador.