Debemos imitar a Cristo y, por más que nos esforcemos por lograr sus actitudes, no podremos adoptarlas por nuestras propias fuerzas. ¡Necesitamos de Dios!
Todos lidiamos con actitudes que no son buenas para nosotros mismos ni para los demás, muchas veces buscamos cambiar con nuestras propias fuerzas. Sin embargo, no solo se trata de poner nuestras fuerzas, sino de cuánto dejamos a Dios actuar en nuestra vida.
“Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús.” Filipenses 2:5
No nace del corazón humano por voluntad propia, sino es lo que Dios pone en nuestro ser. Viene de lo alto, de lo divino, es por ello que es importante la comunión con nuestro Padre.
LA MISMA ACTITUD, EL MISMO EMPEÑO
Jesús es Dios, sin embargo, tomó la actitud humilde y de siervo ante su Padre al venir a la tierra para salvarnos. Renunció a sus privilegios para enseñarnos cómo vivir.
No podemos imitarlo si no tenemos una relación personal diaria. El Espíritu Santo obrará cuando estemos llenos de su presencia.
Aunque era Dios, no consideró que el ser igual a Dios fuera algo a lo cual aferrarse. En cambio, renunció a sus privilegios divinos, adoptó la humilde posición de un esclavo y nació como un ser humano. Cuando apareció en forma de hombre, se humilló a sí mismo en obediencia a Dios y murió en una cruz como morían los criminales. Filipenses 2:6-8
Busquemos de Dios para que tengamos la misma actitud que tuvo Cristo.