Ana era una mujer que no podía tener hijos, por lo que se deprimía, lloraba y no comía. En su historia podemos observar el deseo de Ana, el dolor por esta situación y por la falta de comprensión de su propio esposo.

“Y Elcana su marido le dijo: Ana, ¿por qué lloras? ¿por qué no comes? ¿y por qué está afligido tu corazón? ¿No te soy yo mejor que diez hijos?” 1 Samuel 1:8 

Ella lloraba y no comía, hasta que…

“Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza.” 1 Samuel 1:10-11 

Ante su aflicción Ana podía haber acudido a muchos lugares, como a brujos o hechiceros, entre otros, pero ella tomó la mejor decisión «correr a Dios». Ana llevó su dolor a los pies del Señor, con sinceridad y de todo su corazón; buscó ayuda en el lugar indicado.

Confianza plena

“Y ella dijo: Halle tu sierva gracia delante de tus ojos. Y se fue la mujer por su camino, y comió, y no estuvo más triste.” 1 Samuel 1:18.

Ana tenía plena confianza en Dios, ella estaba segura de que su oración había sido escuchada, le entregó sus cargas y pudo descansar de la aflicción, comenzó a comer y ser libre de la tristeza.

En este tipo de situaciones es complicado confiar y esperar en Dios, porque siempre queremos actuar en nuestras fuerzas; sin embargo, la historia de Ana nos enseña una gran lección. A su manera quizá no hubiera logrado mucho, pero recibió el regalo que tanto estaba esperando por acudir al lugar correcto.

Correré a ti

Es posible que estés experimentando una aflicción en tu vida y que nadie entienda este dolor, ni siquiera las personas que amas, pero debes recordar que Dios sí. Te animo a correr a sus pies, entrégale tus cargas con todo tu corazón, con sinceridad y confía en Él.

Te aliento a llorar en el lugar indicado.