Existe mucha gente que se ofende fácilmente o que buscan culpar a los demás de lo que les sucede, incluso llegan a tomar el papel de víctimas sin reflexionar en lo que ellos hacen y en que, quizás, lo que les sucede solamente es consecuencia de sus propias acciones.

El peso de la mantequilla

El panadero de un pueblo, en Canadá, compraba su mantequilla a un granjero vecino. Un día empezó a tener dudas sobre el peso de la mantequilla que compraba y decidió investigar el asunto.

Durante varios días pesó la mantequilla y encontró que, de hecho, el granjero le daba cada vez menos mantequilla. Lleno de ira decidió llevar al granjero al tribunal.

  • Supongo que usted tiene unas balanzas – le dijo el juez al granjero.
  • No, señor – respondió el granjero.
  • ¿Cómo pesa la mantequilla que vende?
  • Muy sencillo, su señoría – respondió el granjero – Cuando el panadero empezó a comprarme mantequilla decidí comprar el pan de su horno y sus panes de medio kilo son los que he utilizado para pesar la mantequilla que le vendo. Si falta en el peso de la mantequilla, la culpa es solo suya.

La misma medida

A veces nos ofendemos fácilmente, juzgamos y nos resentimos con los demás porque algo no nos gusta. Sin embargo, olvidamos que, en ocasiones, solamente es el reflejo de cosas que nosotros hacemos.

Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás. El criterio que usen para juzgar a otros es el criterio con el que se les juzgará a ustedes. Mateo 7:2.

No somos simples espectadores de lo que nos sucede, sino que son nuestras acciones las que marcan nuestra relación con los demás y cómo nos va en la vida.

Lo que siembras, cosechas

Esta es una regla infalible, todo lo que sembramos cosecharemos en algún momento, ya sea en el trabajo, relaciones familiares, con los amigos o en cualquier otro ámbito de nuestras vidas.

Por eso mismo es tan importante que seamos honestos y conscientes de las cosas que hacemos porque todo lo que cosechemos será consecuencia de nuestras propias acciones.