La bondad de Dios va más allá de nuestras expectativas, razonamiento y comportamiento. Cuando creemos que hay un límite, Él nos sorprende con su bondad porque simplemente su naturaleza es así, no se compara con la del hombre, pasa todo tipo de barreras, creencias y perspectivas.

“¡Oh Señor, eres tan bueno; estás tan dispuesto a perdonar, tan lleno de amor inagotable para los que piden tu ayuda!” Salmos 86:5 

Todo el tiempo Dios es bueno

El Apóstol Pedro, ante su firme convicción de que no negaría jamás a Jesús se tropezó con que sí lo negó. Si nos ponemos a pensar en cómo se sintió luego de ello, podemos ver que se decepcionó de él mismo, pudo haber pensado: ¿Cómo pude negar a Jesús? ¡No tengo perdón!

“Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.” Mateo 26:75 

Sin embargo, Cristo lo buscó después de resucitar, no lo confrontó ni lo reprochó, sino renovó su llamado, primeramente a ser hijo de Dios y continuar como su discípulo, para que Su reino se expanda.

Es que no hay nada que nos pueda separar de la bondad de Dios, porque esta no está basada en lo que nosotros somos o en lo que podemos lograr, sino que está fundada en Dios mismo. Él es el centro de la bondad, de la misericordia, del amor y la gracia.

“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Romanos 8: 38-39 

Deja de esconderte y recibe de su bondad

El creer que no somos merecedores de Dios ni de su bondad hace que nos alejemos, que caminemos como huérfanos, inseguros y susceptibles a los ataques del enemigo; quien pone pensamientos de inferioridad, orgullo e incluso de rebeldía para que nos separemos totalmente de nuestro Padre Celestial.

Ten por seguro que Dios te ama a pesar de lo que hayas hecho o pensado, su bondad sobrepasa los límites que nosotros mismos nos ponemos. Deja de ver tus errores y enfócate en la bondad de nuestro Señor, que te dice:

“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia.” Jeremías 31:3 

Recuerda, Dios es bueno todo el tiempo y en cualquier circunstancia que atraviesas no dejes de enfocarte en su bondad.