A todos nos encantan los buenos olores, las fragancias agradables, por eso, nos esmeramos en estar siempre pulcros y tener perfumes a la mano para colocarnos y tener ese aroma delicioso. Pero como cristianos, debemos cargar la fragancia de Cristo.
Nuestras vidas son la fragancia de Cristo. Lo leemos en la Biblia y debemos difundir esa fragancia donde quiera que vayamos. La fragancia de Cristo, cuando somos salvos, es un aroma que atrae y un estilo de vida que admiran. Es la mejor manera de hacer saber de Cristo.
Así que, ¡gracias a Dios!, quien nos ha hecho sus cautivos y siempre nos lleva en triunfo en el desfile victorioso de Cristo. Ahora nos usa para difundir el conocimiento de Cristo por todas partes como un fragante perfume. Nuestras vidas son la fragancia de Cristo que sube hasta Dios, pero esta fragancia se percibe de una manera diferente por los que se salvan y los que se pierden. 2 Corintios 2:14-15
DEBEMOS DIFUNDIR LA FRAGANCIA DE CRISTO Y REFLEJAR SU IMAGEN
Somos obras en construcción, vasijas de barro que nuestro Dios está moldeando poco a poco para ser la obra maestra que Él imaginó al darnos la vida. Conscientes de esto, debemos amar, adorar y estrechar nuestros lazos con Dios a diario. Tiene que ser prioridad en nuestras vidas.
Poco a poco iremos siendo reflejos de Él para otros. Emanaremos la fragancia de Cristo e iremos siendo transformados a Su imagen por Su Espíritu. Estemos conscientes cada instante de Su gran amor por nosotros y de que al decir que somos cristianos, tenemos la responsabilidad de reflejarlo a Él.
“Así que, todos nosotros, a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen.” 2 Corintios 3:18
Debemos reconocer que es un privilegio grandísimo el que Dios nos haya escogido como hijos y nos llamemos Sus seguidores. No podemos olvidar que es una gran responsabilidad. Somos responsables ante Dios por nuestras decisiones, la manera cómo vivimos y las actitudes con las que andamos.
No es suficiente el dejar de hacer lo malo, como lo dijo el apóstol Santiago, sino que tenemos que hacer todo lo bueno que sabemos y podemos hacer. Debemos estar listos para cuando Dios nos llama a hacer una buena obra, y entonces dejar sentir la fragancia de Cristo y reflejar Su imagen a otros.