¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía! Salmos 133:1

Seguramente muchos padres afirmarán que es doloroso observar a sus hijos pelear; pero, cuán diferente es verlos compartir, reír y expresarse cariño, es agradable y placentero. Así mismo, me imagino al Señor nuestro Padre con este pasaje, cuando habitamos los hermanos juntos con alegría.

Los hermanos están juntos y se apoyan

Todos los que habían creído estaban juntos, y tenían en común todas las cosas; y vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad de cada uno. Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón. Hechos 2:44-46 

Esta parte de las escrituras titula «La vida de los primeros cristianos». Es sorprendente cómo Dios había transformado sus corazones, a tal grado que no pensaban solo en sí mismos, sino en sus hermanos.

No solo expresaban palabras de amor, sino que actuaban en favor de la necesidad del otro. Vendían sus propios bienes con tal de apoyar a su prójimo, compartían alimento en sus casas, oraban unos por otros; «habitaban los hermanos juntos».

¿Cómo te llevas con tus hermanos?

Nuestro Padre desea que habitemos los hermanos juntos, ¿tienes buena relación con los que profesan tu misma fe? Obviamente no significa que te llevarás bien con todos, porque cada uno tiene una personalidad y carácter diferente; sin embargo, si tratamos de ser como Jesús daremos más lugar al amor que a otras actitudes.

Recordando a los primeros cristianos, quiero animarte a agradar a Dios amando a tu hermano. La Biblia dice: «cuán bueno y delicioso es habitar los hermanos juntos», es tiempo de abandonar el egoísmo, dejar de pensar solo en ti, para dar y disfrutar del amor de nuestro prójimo.

Te animo a invitar a los hermanos de tu congregación a tu hogar para compartir, o simplemente participar junto a ellos en las actividades, preocúpate por sus vidas, pregúntales cómo se encuentran y apóyales si tienes la posibilidad; lo esencial es que pongas tu corazón.

No olvides que el segundo mandamiento con promesa es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» ¡solamente decide obedecer a Dios!