Si alguna vez intentaste luchar contra el pecado debes saber lo difícil que es enfrentarlo y fracasar una y otra vez. El detalle que quizás estás omitiendo es que la lucha no es con tus propias fuerzas, sino con las de Dios.

Lucha entre el bien y el mal

Como hijos de Dios, cuando pecamos estamos actuamos en contra de nuestra nueva naturaleza en Cristo Jesús, sin embargo tenemos también su perdón. Es muy primordial reconocer que el pecado mora en nosotros, más no somos ya esclavos de él porque Jesús nos liberó en la cruz del Calvario.

“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí.” Romanos 7:19-20.

De no tener la ley, los mandamientos, no tendríamos noción de lo pecadores que somos y ni siquiera nos percataríamos de que necesitamos de la libertad que Dios nos da, ni de esta lucha constante contra el pecado.

Dios nos liberó

Esta batalla diaria no es en nuestras propias fuerzas, pues nadie tiene el don de liberarse por si solo del pecado. Solo con la fuerza de Dios podemos lograrlo.

¡Miserable de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado. Romanos 7:24-25.

Jesús vino a salvarnos, a liberarnos de la esclavitud del pecado; por eso no luches con tus propias fuerzas para vencer al pecado, sino lucha en las fuerzas de Dios, quien te da el discernimiento, la sensibilidad y la victoria.

Encuentra la fuerza para vencer al pecado en Cristo, rinde tu vida a Él y deja que viva para darte victoria.

“Entonces me dijo:—El Señor dice a Zorobabel: “No es por el poder ni por la fuerza, sino por mi Espíritu, dice el Señor de los Ejércitos Celestiales.”  Zacarías 4:6