¿Alguna vez mencionaste las palabras «no soy nada»? Los hechos que vivimos en el pasado, aquellos que han dejado heridas y dolor, ya sea en nuestra infancia o por culpa de nuestras propias decisiones; nos impiden recibir amor.
No soy nada, no soy digno
Y le dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre, y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa. Y él inclinándose, dijo: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo? 2 Samuel 9:7-8
Cuando el reinado de Saúl cayó, la empleada escapó con el nieto del rey, de nombre Mefiboset. En el camino hizo caer al niño por lo que, desde ese momento, este quedó lisiado de los pies, escondido en un lugar distante por muchos años.
Siendo David el rey se acordó de la promesa que hizo a su mejor amigo Jonatán (el padre de Mefiboset). Por lo que decidió cambiar el rumbo de su vida, lo invitó a comer a su mesa como uno de los hijos del rey. Así mismo, le ofreció riquezas y empleados que cuiden de él.
Pero, Mefiboset dijo: “¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro muerto como yo?”, en otras palabras dijo «no soy nada». Se veía como alguien sin valor; con sus palabras no solo se reduce a la categoría de un animal, sino de un “animal muerto”, aquel que está listo para ser desechado.
Recibe su amor
Porque toda la casa de mi padre era digna de muerte delante de mi señor el rey, y tú pusiste a tu siervo entre los convidados a tu mesa. ¿Qué derecho, pues, tengo aún para clamar más al rey? 2 Samuel 19:28
Mefiboset se sentía indigno de participar en la mesa del rey por los sucesos del pasado, hechos de la infancia de los que no era culpable, pero que le dejaron marcado en el corazón. Sin embargo, a pesar de sus pensamientos, David le da un lugar especial.
Así mismo es Dios con nosotros. Él nos ha invitado a su mesa a pesar de cómo nos miremos: «indigno, miserable y sin valor» Quiere que participemos como hijos del rey, no importa si tienes o no culpa de lo que sufriste en el pasado, lo primordial es que el Señor desea cambiar tu presente y futuro.
Te animo a aceptar y recibir su amor. Entrégale a Él tus heridas, cuéntale tu dolor para que te sane y puedas decirle como Mefiboset: ¿Qué derecho tengo de reclamar más, si me has dado todo? No soy nada, pero me ha dado todo.