Ciertamente, a la mayoría nos gustan las cosas exclusivas. Especialmente en una relación amorosa nos gusta tener exclusividad. Significa fidelidad. ¿Cierto? Pero, por otra parte, si respondiste que sí te gusta tener exclusividad, ¿le das exclusividad a Dios?
Lo pregunto, porque muchas veces no nos damos cuenta de que tenemos a Dios en un lugar que no está a Su altura. El Creador del Universo que fue quien te dio vida, ¿acaso no merece el primer lugar en tu vida, y exclusividad en adoración?
¿A quién adoras?
Analiza si no estás adorando a otra persona, sea tu pareja tu hija, hijo o peor aún tu casa o tu auto, tu calzado, tu ropa, tu reloj. Debemos adorar a Dios en exclusividad. No hacer de otras personas y menos de otras cosas un dios. ¡Es uno de los Mandamientos!
“No te hagas ninguna clase de ídolo ni imagen de ninguna cosa que está en los cielos, en la tierra o en el mar.” Éxodo 20:4
Sí, nuestro Dios definitivamente es de exclusividad. A Él le gusta, y nos pide que tengamos exclusividad con Él en ese mandamiento, y luego cuando vino como hombre a sacrificarse por nosotros. Nos dijo que nadie llega al Padre sino a través de Él.
Jesús le contestó: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie puede ir al Padre si no es por medio de mí. Juan 14:6
No hay excusas para no darle a Dios la exclusividad
Dios no necesita ayudantes ni nosotros intercesores para comunicarnos con Él. Es tan grandioso que nos dio acceso directo para hablarle. Cuando Jesús murió y leemos en la Escritura que se rompió el velo del Santísimo, se abrió la comunicación directa para nosotros con Dios.
Entonces Jesús volvió a gritar y entregó su espíritu. En ese momento, la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló, las rocas se partieron en dos, y las tumbas se abrieron. Mateo 27:50-52
Fue todo un acontecimiento Su muerte, para abrir los ojos a quienes le habían deseado esa muerte; y más grandiosa aun, Su resurrección, que nos da la esperanza de volverlo a ver en ese lugar que dijo que va a preparar para nosotros, para poder pasar la eternidad con Él. Fue una promesa y Él siempre ha cumplido Sus promesas.
No dejen que el corazón se les llene de angustia; confíen en Dios y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre, hay lugar más que suficiente. Si no fuera así, ¿acaso les habría dicho que voy a prepararles un lugar? Cuando todo esté listo, volveré para llevarlos, para que siempre estén conmigo donde yo estoy. Juan 14:1-3